que cada temblor hace madurar con sus arrullos,
disipar a lágrima de río encausado a la vuelta del mundo,
los humores que están siempre vigentes
como Eva para la tentación de conspiración científica.
Estar al pie de un cañón de artillería pesada,
tal vez de la guerra divina entre héroes y tu demonio maquillado,
luchando por lo de siempre; un epitafio digno de leerse
y que pueda ser esculpido para recuerdo de un segundo.
Volver de rezos en las arterías,
y cauteloso de las doctrinas teatrales de tipo clásico,
cuidarse de mentiras monumentales que hierven y no se purifican,
de las escrituras manipulantes encontradas en el lado oculto de la luna,
o volver después de tres días.
Volver en tiempos de colonias
y hundir las naves malditas
que destruyen a pasó de astronauta en caminata al vacío
los hombres de razas celestiales
y sugerir la estrategia de conquista de tu alma por la mía.
Volver a las cuatro de la mañana o volver nunca
en vuelos trasatlánticos para curar heridas
que alguien te dejó encargadas y no vuelve por ellas.
Escribir de noche o de día o de cabeza o de tristezas,
Pero escribir para regresar y ser
para volver o si no a donde voy.
César Palomares
