que las olas de mis pensamientos
guíen en época de diluvios
tus maderas hasta la isla encantada.
La mar que parece dos leguas más vieja
ha inclinado su marea
y cubierto tus pies.
Cuando la tormenta se dirija a ti,
no tengas miedo,
la vela está hecha de papel
y el mástil es tan duro como uno de tus cabellos.
Déjala que te mueva en un vaivén desesperado
pues sabe que no puede hacerte algo.
Mi capitana de los días y las noches,
yo te espero siempre que vengas del viaje
no importa que sea día de guardar,
o que el tiempo de las cerezas haya terminado,
yo aquí de pie como deseo que sea.
César Palomares