sábado, 30 de agosto de 2008

A mi madre

Ligera como la brisa
cubriste húmedamente la presencia de la noche,
y contagiaste con vestigios celestiales
la postre que provoca la disolución de las cosas
bajo el alcance de la misma contagiada noche.

Llegaste y plantaste tu semilla fértil
en tierra de mil pueblos,
y a veces llegaste y sólo dejaste
esa íntima esencia que provoca la medianoche.

Cansada como la madrugada,
te dejaste a ultimas las ropas de la vida,
y cuidaste de la magnitud de la tragedia
que previste con mesurado albedrío.

A deshoras de una primavera de mil novecientos y tantos,
desahogaste la marea baja
y convertiste los escrúpulos del momento
en el alfa de lo venidero
creando a tu voluntad humana
la esencia del circulo captor.

Y hoy, en la mañana de otro día cualquiera,
de la mañana de un año y estación que desconozco
persisto a forma tuya,
en tiempos donde la brisa llega pero no del todo.


César Palomares